Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
En México, la temporada de lluvias abarca el verano y el otoño (dicho muy a grosso modo, porque el país es grande y diverso y, además, el cambio climático está modificando sus condiciones meteorológicas). Así que es aconsejable visitar México en invierno o primavera (aunque evitando, a ser posible, los períodos de temporada alta de navidades y semana santa). Pero no siempre es posible elegir las fechas. Muchos, por cuestiones de trabajo, sólo podemos disponer del tiempo que requiere un viaje de estas características en verano; es decir, en la temporada mexicana de lluvias. Bueno, tampoco está tan mal.
Suele llover un rato cada día, pero luego escampa y sale el sol. Incluso hay días sin lluvia.
Ciudad de México y alrededores
El 6 de julio de 2010 estábamos en Ciudad de México, alojados en el Hotel Casa Blanca (un 4**** bastante bien situado). Por la mañana vistamos el centro histórico (el Zócalo, una de las plazas más grandes del mundo, con la catedral y el Palacio Nacional, en el que destacan los famosos murales de Diego Rivera). Luego viajamos hasta la basílica de Guadalupe. Lo que más me impresionó del recinto es la antigua basílica, cuyas paredes y suelo están inclinados (inclinadísimos, para ser exactos) por el hundimiento del terreno. Los actos de culto se celebran en la nueva basílica construída al efecto, pero las puertas de la antigua permanecen abiertas, y es posible visitar su interior y caminar por su suelo inclinado bajo la gran cúpula que se sostiene en pie aparentemente de milagro. Se trata de una experiencia muy recomendable para los amantes de las sensaciones fuertes. Aunque he de decir que, por muchos que sean los milagros atribuídos a la Virgen de Guadalupe, no me gustaría nada que me pillara un terremoto en el interior de su antigua basílica.
Por la tarde, caminamos desde el hotel hasta el centro histórico. Pasamos el Zócalo y continuamos por la calle Moneda, una de las más antiguas de la ciudad. Caminábamos por la calle Emiliano Zapata cuando oímos disparos, que sonaban muy cerca. Algunas personas, probablemente implicadas en el asunto, fuera éste el que fuese, echaron a correr. Uno entró en un portal; luego, otra persona salió del mismo portal, también corriendo. Pero la mayoría de la gente se quedó expectante. Aparentemente, la situación no les resultaba extraña. Estaba atardeciendo. No dimos la vuelta y regresamos hacia el Zócalo, que parecía una zona más segura.
El 7 de julio visitamos el sitio arqueológico de Teotihuacán. Situada a menos de 50 km de Ciudad de México, Teotihuacán es la zona arqueológica más visitada del país. Y, desde luego, merece la visita, aunque puede resultar decepcionante la excesiva reconstrucción a que ha sido sometida. La mejor vista de Teotihuacán se tiene desde las alturas de la Pirámide de la Luna, de la que parte la llamada Calzada de los Muertos. A la izquierda de esta calle, que era el eje de la ciudad prehispánica, puede verse la Pirámide del Sol, la de mayor tamaño.
Antes de regresar a la capital, visitamos el antiguo convento de San Agustín de Acolman, construído en el siglo XVI para la evangelización de los indígenas.
Puebla y Oaxaca
El 8 de julio nos dirigimos a la hermosa ciudad de Puebla. Antes de entrar en ella, nos detuvimos en la pequeña localidad de Tonantzintla para ver la iglesia de Santa María, cuyo interior está profusamente decorado en estilo barroco. Ya en Puebla, visitamos la plaza de Armas, la catedral y, en la iglesia de Santo Domingo, la capilla del Rosario (otra joya del barroco mexicano). Luego callejeamos por la ciudad, algunos de cuyos rincones más típicos son el callejón de los Sapos y el mercado artesanal del Parián.
Continuamos viaje hasta Oaxaca (léase "oajaca") y nos alojamos en el Hotel Misión de los Ángeles, un 4**** no muy recomendable a causa de la lentitud y torpeza del servicio. Seguro que hay en Oaxaca hoteles mucho mejores por el mismo precio.
En la mañana del 9 de julio visitamos Monte Albán, que para mí fue una sorpresa: se trata de una hermosa ciudad prehispánica construída en la cima de una montaña. La del 9 de julio fue una mañana lluviosa, y la montaña estaba envuelta en nubes, que daban a las ruinas de Monte Albán un aspecto misterioso.
Dedicamos el resto del día a visitar la bonita ciudad de Oaxaca.
Entre otras muchas cosas visitamos el mercado, y tuvimos ocasión de probar los famosos chapulines (saltamontes), que se cocinan con ajo, limón o chile,
y las hormigas culonas. No son nada del otro mundo, así que creo que la próxima vez voy a pasar .
Al atardecer, el centro de Oaxaca, como el del resto de ciudades mexicanas que íbamos a tener ocasión de visitar, está muy animado: hay vendedores de globos, música, gente bailando...
El día 10 dejamos la ciudad de Oaxaca camino del estado de Chiapas. Unos cuantos kilómetros más adelante, hicimos una parada para contemplar el árbol gigantesco, de unos 2.000 años de edad, que crece en lo hoy es el atrio de la iglesia de Santa María del Tule (llamada así precisamente por el árbol). Más tarde, tuvimos ocasión de visitar la iglesia de San Jerónimo Tlacochahuaya, en cuyo coro puede contemplarse un órgano decorado del siglo XVIII. Y luego llegamos a la zona arqueológica de Mitla, en cuyo centro se levantó una iglesia. En Mitla pueden verse restos de palacios prehispánicos, cuyo muros están adornados con grecas (Jesús Hernández nos había explicado poco antes el significado de algunas de estas grecas zapotecas, que representan el ciclo de la vida: vida-muerte-renacimiento).
Finalmente llegamos a la localidad de Tehuantepec, en la que íbamos a hacer noche.
Chiapas
11 de julio: viajamos hasta el Cañón del Sumidero (en el río Grijalva), y nos embarcamos para subir por el río hasta el parque ecoturístico. Vimos cocodrilos, zopilotes, monos, pelícanos... Los acantilados alcanzan los 1.000 m de altura. El paisaje es impresionante. Poco antes de llegar al destino puede contemplarse la cascada que llaman el Árbol de Navidad. La lancha se detiene ante la increíble cascada, gira, se acerca a la cascada y pasa bajo el agua que cae del acantilado.
Cuando llegamos al parque ecoturístico se estaba jugando la final del Campeonato Mundial de Futbol entre España y Holanda. Así que, en lugar de ir a comer, nos quedamos en el bar delante del televisor (afortunadamente, la expectación por el acontecimiento no era mucha en el Cañón del Sumidero y había sitios libres). Terminaron el partido y la prórroga (con victoria de España, como recordarás), y sólo tuvimos tiempo para comer y curiosear un poco (hicimos una visita a los dos hermosos jaguares enjaulados que se exhiben en el parque) antes del regreso. A la vuelta, pudimos asomarnos brevemente a Chiapa de Corzo antes de continuar hasta San Cristóbal de las Casas, donde estaba nuestro hotel (el Diego de Mazariegos, un encantador 4**** al que no tengo nada que objetar). Cenamos en el restaurante de un Centro Cultural zapatista (habíamos sabido de su existencia por la guía Lonely Planet y, claro, no quisimos perdérnoslo).
12 de julio. En San Cristóbal de las Casas, visitamos el templo de Santo Domingo y el mercado. Luego salimos de la ciudad para visitar, en Zinacantán, la iglesia y una casa de indígenas, y en San Juan Chamula una asombrosa iglesia indígena cristiano-pagana, cuyo suelo está cubierto con agujas de pino y cuyos laterales están totalmente ocupados por armarios acristalados que guardan imágenes de santos, cada uno con su nombre escrito. Algunos de esos santos tienen nombres tan pintorescos como San Pedidor, San Juanito, San Pedro el dueño de las llaves, San Pablo el Mayor, San Pablo el Menor, la Virgen Magdalena… Hay velas ante las imágenes. Se ven indígenas, con sus trajes coloristas, sentados en grupos en el suelo (en la iglesia no hay bancos). Ante el altar mayor, un grupo reza. Entre sus enseres vemos una gallina viva, lista para ser sacrificada. Es una verdadera lástima que esté terminanemente prohibido hacer fotos.
Cenamos en el restaurante de un italiano de Lago de Como que vino aquí de vacaciones y se quedó. Y no es el único. En la mesa más cercana a la nuestra cenaba una familia italiana que, evidentemente, también se quedó (los padres hablaban italiano, los niños español). Y antes de cenar habíamos estado conversando con un argentino que vende artesanía en la misma calle; nos contó que, tiempo atrás, había sido casi vecino nuestro en Málaga... ¿Casualidad o confirmación de lo que nos habían dicho: que San Cristóbal de las Casas ejerce una fuerte atracción sobre muchos extranjeros, que deciden quedarse a vivir en la ciudad?
El 13 de julio recorrimos la selva chiapaneca hasta las Cascadas de Agua Azul. A la entrada, antes de llegar a la taquilla oficial, el EZLN tiene su propia taquilla, y cobra su propia entrada, así que hay que pagar doble. Pero las cascadas son hermosas. Merece la pena la visita.
Más tarde, visitamos la gran caída de agua de Misol-Ha. Un camino de piedra y agua conduce a la parte de atrás de la cascada y desemboca en una gruta. Para explorar la gruta hay que meter los pies en el agua, así que renunciamos a ello. En el camino de vuelta, cometí el error de apoyar el pie en una roca resbaladiza y sufrí una aparatosa caída, que, afortunadamente, no tuvo más consecuencias que un hematoma en una pierna y algunos rasguños. Así que ya sabes: cuando visites Misol-Ha, quítate los zapatos y mete sin miedo los pies en el agua en lugar de intentar caminar sobre las rocas cubiertas de verdín .
Después de visitar Misol-Ha continuamos hasta Palenque. En nuestro hotel de Palenque, el Ciudad Real, hay tortugas, un cocodrilo e iguanas. Vivos, por supuesto. También hay una carne excelente.
El 14 de julio visitamos la impresionante ciudad maya de Palenque.
La península de Yucatán
Luego, salimos de la zona montañosa y entramos en la llanura. Después de atravesar una zona de manglares, llegamos al Golfo de México. Y continuamos hasta Campeche, antigua ciudad amurallada (para defenderse de los piratas). El calor y la humedad son elevados. La catedral me recordó la de Lima, aunque, probablemente, para un experto no tenga nada que ver con ella. Después de cenar en el Hotel del Mar dimos un paseo nocturno por la ciudad.
No quiero ponerme pesado, así que no diré que Campeche es una encantadora ciudad colonial, porque habría que decir lo mismo de todas y cada una de las (encantadoras) ciudades (coloniales) que ví en México...
El 15 de julio visitamos Uxmal, uno de los más importantes yacimientos arqueológicos mayas. Comimos en un antiguo ingenio azucarero convertido en un bonito restaurante. Luego, recorrimos la ciudad de Mérida, que, a diferecia del resto de ciudades citadas hasta ahora, no cuenta con un centro histórico homogéneamente conservado, aunque sí con edificios muy notables: la catedral, la casa de Montejo, el palacio municipal...
El 16 de julio visitamos Chichen Itzá, donde destacan la pirámide de Kukulcán, el Caracol, el Templo de las Mil Columnas, el complejo del Juego de Pelota y, desde otro punto de vista, el cenote sagrado.
Luego visitamos el famoso cenote de Xkeken, en el que es posible tomar un baño, antes de dirigirnos a la costa para tomar, al día siguiente, el vuelo de vuelta desde Cancún.
Ir arriba 
Relato de un viaje a México. |