Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
Sofía
El 16 de julio de 2012 llegamos a Sofía desde Bucarest. Nuestro hotel, el Arena di Serdica, fue construido sobre las ruinas de un anfiteatro romano, que pueden verse en el subsuelo del amplio hall. Nos dieron una habitación realmente enorme. La magnífica situación del hotel, en el centro histórico de Sofía, permite visitar a pie los más importantes puntos de atracción de la capital búlgara, así que comenzamos a caminar.
Una de las primeras cosas que hicimos en Sofía fue cambiar dinero. Y, por cierto, nos llevamos una desagradable sorpresa. Entramos en una casa de cambio del bulevar Vitosha, que es la principal calle comercial de Sofía. El recinto era de un tamaño mínimo, y un portero, a la entrada, se ocupaba de que no entraran dos personas a la vez (allí sólo se podía entrar de uno en uno). Un cartel de grandes dimensiones, a la derecha de la puerta, indicaba los tipos de cambio: el euro estaba a 1,96 levs. Entré y pedí que me cambiaran 100€. Firmé el justificante del cambio sin leerlo, la empleada me entregó el dinero, y... al contarlo comprobé que no me habían aplicado el cambio de 1,96. El cambio había sido de 1,56. Al reclamar, la empleada me señaló un cartel situado en el lateral izquierdo del interior del cubículo, en un lugar que nadie mirará si no está advertido, donde se especificaba que el cambio era de 1,96 para las ventas de euros y de 1,56 para las compras, un tipo de cambio a todas luces abusivo. Después, caminando por Sofía y por otros lugares de Bulgaria, pude observar multitud de cabinas de cambio iguales a esa: con un vigilante en la puerta para que entre sólo una persona por vez (porque cuatro ojos ven más que dos), el cartel con la cifra de 1,96 en el exterior, al lado derecho de la puerta, y el que indica el cambio que realmente van a aplicar colocado en el lateral izquierdo del cubículo. También vi otras, las menos, con carteles indicando cambios compradores cercanos a 2 levs (el tipo de cambio de mercado).
Después de cambiar dinero caminamos hasta los Baños Centrales El edificio que alberga estos baños turcos fue construido a comienzos del siglo XX sobre las ruinas de unas termas romanas. Muy cerca están la mezquita otomana Banya Bashi, del siglo XVI, y el edificio del mercado central, de principios del siglo XX. Luego, tras una pequeña espera, vimos el cambio de guardia en el edificio de la Presidencia.
Más tarde tuvimos ocasión de contemplar la iglesia de San Nicolás (conocida como la Iglesia Rusa) y la catedral de Alexander Nevski. No pudimos acceder al interior de ninguna de las dos, porque estaban ya cerradas.
El Monasterio de Rila
El 17 de julio partimos en dirección al Monasterio de Rila. Situado en la parte occidental de Bulgaria, fue fundado en el siglo X por San Juan de Rila, un ermitaño canonizado por la Iglesia Ortodoxa que, al final de su vida, fundó el monasterio para albergar a sus seguidores. Está enclavado en un magnífico paraje de las montañas Rila, las más altas de los Balcanes. Fue un símbolo de la resistencia búlgara frente a los turcos, y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Plovdiv
Después de visitar el monasterio continuamos hasta Plodiv, donde íbamos a hacer noche. Esa tarde tuvimos ocasión de pasear largamente por las calles de esta bonita ciudad, cuya historia se remonta 6.000 años atrás. Nos llamó especialmente la atención la plaza Dzhumaya, en la zona peatonal, donde coinciden la mezquita turca del Viernes (la mezquita Dzhumaya) y los restos del antiguo estadio romano, por debajo del nivel de la calle.
El 18 de julio lo dedicamos a visitar Plovdiv. Recorrimos las calles de la ciudad vieja, visitamos el Museo Etnográfico (que tiene su sede en un hermoso edificio histórico del siglo XIX), subimos hasta el teatro romano (que está bastante bien conservado) y entramos en la mezquita Dzhumaya. Plovdiv es una ciudad atractiva, que merece una visita detenida.
Luego, tomamos la ruta que lleva a Burgas, en el mar Negro, donde íbamos a hacer noche. Precisamente esa tarde se produjo un atentado terrorista en el aeropuerto de Burgas: un terrorista suicida hizo explotar una bomba en un autobús de turistas israelíes. Murieron siete personas.
Nesebar y Sozopol
El 19 de julio lo pasamos en la costa del mar Negro. Pero no en la playa, que, de todos modos, no resultaba muy apetecible con la proliferación de algas que teñían el mar de verde, sino visitando un par de atractivas localidades costeras.
Primeros fuimos a Nesebar, histórica localidad enclavada en una península. En Nesebar pueden admirarse antiguas casas tradicionales de madera, pero su principal característica es la increíble concentración de iglesias medievales que en ella se da. Algunas en ruinas, otras bien conservadas, estas iglesias de piedra y ladrillo fueron construidas, en estilo bizantino, desde la alta Edad Media hasta el siglo XIV (en el siglo XV, Nesebar fue conquistada por los turcos). La de Sveti Stefan, convertida ahora en museo, tiene un magnífico iconostasio y su interior está adornado con frescos. Lástima que Nesebar esté tan sobreexplotada turísticamente (todo el casco antiguo, y cuando digo todo quiero decir todo, está lleno de tiendas de souvenirs y otros establecimientos para que los turistas gasten su dinero).
Luego fuimos a Sozopol. Esta localidad no está tan sobreexplotada como Nesebar, pero no tiene comparación con ella. Cuenta con casas tradicionales de madera, y es posible dar un paseo por su escarpado litoral para contemplar la accidentada costa del mar Negro. También, por supuesto, puede uno bañarse en sus playas, aunque nosotros no lo hicimos.
Kazanlak y la iglesia rusa de Shipka
El 20 de julio partimos en dirección a Kazanlak, donde visitamos la réplica de una tumba tracia (la tumba original está cerrada al público). Luego hicimos una parada en la iglesia ortodoxa rusa de Shipka, que se levantó cerca del paso de montaña de Shipka en honor de las tropas que lo defendieron durante la guerra ruso-turca de 1877-1878. En el paso de Shipka se libraron las batallas que decidieron el resultado de esta guerra, que puso fin al dominio turco de los Balcanes.
A continuación visitamos el complejo etnográfico y arquitectónico de Etara, que pretende representar las costumbres, la cultura y la artesanía tradicionales de Bulgaria. Atravesado por un río, contiene medio centenar de edificaciones, entre las que se incluyen molinos y talleres artesanos.
Al atardecer llegamos a Veliko Tarnovo, donde íbamos a hacer noche. Tuvimos tiempo de dar un paso por la localidad antes de cenar.
Veliko Tarnovo, Arbanasi y el Monasterio de Troyan
El 21 de julio, nuestro último día en Bulgaria, subimos a la colina de Tsarevets, en Veliko Tarnovo. En la colina de Tsarevets están las ruinas de la fortaleza del mismo nombre, que en la Edad Media fue la principal fortaleza de Bulgaria, en la que se encontraban el palacio real y (en lo más alto) el complejo de edificios del Patriarcado. Se han reconstruido algunas torres y puertas, y también la iglesia... Pero quizá lo más interesante sea el panorama que puede contemplarse desde la colina, con la ciudad a sus pies.
Más tarde nos acercamos a Arbanasi, donde visitamos la Iglesia de la Natividad. Exteriormente, se trata de un edificio de poca altura sin nada destacable, por lo que sorprende doblemente su interior abovedado totalmente cubierto de frescos. Sin duda, merece una visita.
Nuestro último destino en Bulgaria fue el Monasterio de Troyan, el tercero del país por tamaño. La iglesia principal del monasterio fue reconstruida en la primera mitad del siglo XIX, durante el período del llamado Renacimiento Nacional de Bulgaria. El pintor al que se debe su decoración interior y exterior es el mismo que pintó la iglesia del monasterio de Rila, que habíamos visto varios días atrás.
Esa noche, después de haber cenado en el hotel Arena di Serdica de Sofía, salimos a tomar algo en una terraza del animado centro de la capital. Nos sorprendió la baratura de los precios.
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Relato de un viaje a Bulgaria. |