Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
Con la finalidad principal de visitar la Costa Amalfitana, una de esos lugares que hay que ver obligatoriamente al menos una vez en la vida, el 21 de febrero de 2016 aterrizamos en el aeropuerto de Fiumicino, en Roma. Al no existir vuelos directos a Nápoles desde nuestro aeropuerto de salida, la opción más conveniente (y también más barata, ya que íbamos a alquilar un coche de todas formas) era volar a Roma y conducir hasta Nápoles. Recogimos el coche y en menos de tres horas estábamos en el hotel de Cava de' Tirreni en el que habíamos reservado habitación.
Cava de' Tirreni, población situada en el centro de la Campania, cerca de Salerno, nos había parecido una buena base de operaciones para visitar no sólo la Costa Amalfitana, sino también las ciudades de Sorrento y Salerno y las ruinas de Pompeya, Herculano y Paestum.
Sorrento
El 22 de febrero lo dedicamos a visitar Sorrento. Dejamos el coche en un parking situado frente al Vallone dei Mulini, así que nuestro primer contacto con la ciudad fue memorable. El llamado Valle de los Molinos es una profunda grieta, originada hace unos 35.000 años y excavada por dos ríos, en la cual pueden contemplarse las ruinas de varias costrucciones abandonadas hace mucho tiempo. La vista es espectacular.
Luego recorrimos las calles de la ciudad, contemplamos el golfo de Nápoles, visitamos el claustro de la iglesia de San Francisco y bajamos por las empinadas callejuelas al puerto pesquero. Después de comer en el ristorante Il Buco (nuestra comida cara del viaje) cogimos el coche para recorrer la península sorrentina, que no nos pareció especialmente interesante.
Paestum y Salerno
El día 23 de febrero nos dirigimos al sur para visitar las ruinas de Paestum. De camino, tuvimos nuestro primer contacto visual con la Costa Amalfitana: vimos, desde las alturas de la carretera, el pueblo de Vietri Sul Mare, donde ésta comienza. Era una bonita vista. La cosa prometía.
Paestum, la antigua Poseidonia, era una ciudad grecorromana que hoy es conocida, fundamentalmente, por albergar tres templos griegos muy bien conservados: se dice que son los mejor conservados de toda la Grecia antigua. Si te choca que los templos mejor conservados de Grecia estén en Italia... bueno, te recuerdo que el sur de la península italiana y Sicilia eran la Magna Grecia. En Paestum quedan también restos del periodo romano, entre ellos los del antiguo foro. El sitio arqueológico cuenta también con un museo, que muestra algunas cosas de interés. La visita a Paestum resulta muy agradable si el tiempo acompaña (en pleno verano, con el sol cayendo a plomo, quizá no lo resulte tanto). Una de las cosas que más contribuyen a que uno se sienta a gusto allí es la escasez de visitantes: ante el Partenón, o en Pompeya, puede llegar a agobiarte el enjambre de turistas, con sus cámaras de fotos y sus palos para selfies; ante el templo de Hera en Paestum, puedes estar... ¡solo!
Esa tarde, de vuelta, nos pateamos Salerno. Dejamos el coche en el parking de la Piazza della Concordia, junto al mar, y caminamos hacia el centro histórico. Le dedicamos bastante tiempo a la catedral, construida en el siglo XI, cuyo gran atrio románico, circundado por una columnata formada por columnas provenientes de un foro romano, recuerda al patio de abluciones de la Gran Mezquita de Damasco (aunque es mucho más pequeño, por supuesto). En su interior, nos llamaron particularmente la atención los dos grandes púlpitos, sostenidos por columnas y decorados con incrustaciones de piedras polícromas. La catedral cuenta también con una suntuosa cripta barroca. Estuvimos casi solos en el atrio y en la iglesia, y totalmente solos en la cripta.
La Costa Amalfitana
El 24 de febrero lo dedicamos a recorrer la Costa Amalfitana, por la famosa carretera SS163. A ratos colgada sobre el mar, la estrecha carretera no tiene ni un tramo recto. A veces está señalizada con una permanente línea continua y otras veces no, pero eso carece de importancia, porque para los italianos la línea continua debe ser invisible. Afortunadamente, la mayoría de las curvas cuentan con un espejo estratégicamente situado para que se pueda ver si viene alguien de frente. Una dificultad añadida (sobradamente conocida, no pretendo descubrir a nadie el Mediterráneo) son los vehículos aparcados en la carretera, que hay que ir sorteando y que impiden que puedan cruzarse dos coches. Pero, dicho esto, tengo que añadir que la SS163 no es tan peligrosa como dicen, y que merece, y mucho, la pena recorrerla. Con una salvedad: nosotros lo hicimos fuera de temporada. En pleno verano, me temo que el exceso de vehículos y la imposibilidad de aparcar puedan convertirla en un verdadero infierno.
Entramos por Vietri Sul Mare y nos dirigimos a Ravello, una de las joyas de la Costa Amalfitana. Ravello está colgado de la montaña, a 5 km por carretera, aunque su distancia a la costa en línea recta es de menos de 1 km. Es famoso, entre otras cosas, por sus vistas. Tras aparcar (en parking de pago, faltaría más) visitamos la catedral. Porque esta pequeña localidad de 2.500 habitantes tiene una catedral cuya construcción se remonta al siglo XI, ya que era una población importante de la República Amalfitana, que fue una potencia comercial en la alta Edad Media.
Luego visitamos Villa Rufolo, famosísima villa construida en el siglo XIII al borde de un acantilado. Posee maravillosas vistas y hermosos jardines y edificios.
Tras callejear un poco por el pueblo, volvimos a la carretera. Nuestra siguiente parada fue Amalfi, la encantadora (pequeña) ciudad que dio nombre a la antigua república y hoy se lo da a la Costiera, que, por cierto, ha sido declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Visitamos su catedral normanda, pero no pudimos ver el Claustro del Paraíso, que estaba cerrado (viajar en temporada baja tiene sus inconvenientes). Luego, recorrimos sus principales calles y nos detuvimos a comer en la trattoria Da Maria, para acabar contemplando la ciudad y la costa desde el extremo del espigón y regresando, por el Lungomare dei Cavalieri, hasta el lugar donde teníamos aparcado el coche.
Nuestra última parada era Positano. Contrariamente a lo que ocurre en Amalfi, la carretera bordea el pueblo por el interior, así que hay desviarse para entrar en él. Eso hicimos. Pero cometimos un error: cuando empezamos a ver parkings, temiendo que no hubiera posibilidad de aparcar más cerca de la parte baja, dejamos el coche para seguir a pie. Y pasamos media hora bajando por una larga y curvada calle que en realidad es una carretera (nada en común con Amalfi o Ravello) y otra media hora subiendo de nuevo hasta el parking, tan solo para pisar la playa y contemplar la famosa imagen de Positano que puedes ver en la foto. Y que, por cierto, aunque desde un ángulo diferente, también se ve desde la carretera, antes de entrar en el pueblo.
Pompeya y Herculano
Tras dos días bordeando el golfo de Salerno, el 25 de febrero nos dirigimos al norte, al golfo de Nápoles. Allí están las ruinas de Pompeya y Herculano, a los pies del Vesubio.
Primero visitamos Herculano. Recorrimos sus calles, entramos en sus termas y en sus casas... Más pequeña y compacta y con menos turistas, visitar Herculano en lugar de Pompeya puede ser una opción si no se quiere o no se tiene posibilidad de dedicar mucho tiempo a la visita.
Y luego nos dirigimos a Pompeya. Recordábamos, de una visita anterior, que puede comerse en una cafetería en el interior de las ruinas, así que no tuvimos que hacerlo en ninguno de los horribles establecimientos que hay junto a la entrada.
Pompeya nos decepcionó mucho en esta ocasión. La mayor parte de la ciudad estaba cerrada con vallas metálicas y era inaccesible. Las antiestéticas vallas colocadas a uno y otro lado de las calles abiertas a los visitantes te obligaban a seguir los circuitos previstos, privándote de la posibilidad de recorrer la ciudad a tu aire. Sólo estaban abiertas al público algunos de los edificios. Tras las vallas, en las calles y en los edificios cerrados, una legión de albañiles realizaban trabajos de... reparación o reconstrucción, porque no creo que a lo que hacían se le pueda llamar restauración. Bueno, supongo que para el verano las cosas habrán cambiado y Pompeya estará reluciente, mostrando sus calles y casas reparadas con toneladas de cemento nuevo.
Oplontis y Nápoles
Al día siguiente fuimos a la antigua Oplontis, en el emplazamiento de la actual Torre Annunziata, para visitar la Villa de Popea. Es enorme, está en perfecto estado de conservación y posee interesantes frescos. Luego, siguiendo con las villas y los frescos, volvimos a Pompeya para visitar la famosa Villa de los Misterios, a la que, por estar retirada del casco urbano, no habíamos tenido tiempo de llegar el día anterior.
Por la tarde fuimos a Nápoles, ciudad que conocíamos sólo parcialmente. Visitamos la catedral, gótica y barroca, y recorrimos las calles y plazas más características del casco histórico: vía Tribunali, piazza Dante, piazza Gesù Nuovo, vía B. Croce. En Nápoles pudimos aparcar en la calle y sin pagar, por primera vez en este viaje. Como contrapartida, al salir de la ciudad nos vimos envueltos en un gigantesco atasco de tráfico (tardamos una hora en avanzar un centenar de metros) que me temo que sea allí cosa de todos los días. Mi recomendación: si vas a Nápoles, hazlo en transporte público. Y no sólo por los atascos, también por la indisciplinada y caótica forma de conducir de los napolitanos, que sólo es comparable a la de los conductores de algunos países de lo que solía llamarse el Tercer Mundo. Y que, por cierto, no es del todo ajena a los citados atascos.
Ostia Antica
De vuelta a Roma para tomar al día siguiente el vuelo de regreso, el 27 de febrero tuvimos tiempo para visitar Ostia Antica, el puerto de la antigua Roma, que no está lejos de Fiumicino (ni del hotel Mercure Roma West, en el que habíamos reservado habitación para esa noche). Como el tiempo acompañaba, también la visita a Ostia Antica fue agradable. En el sitio arqueológico pueden verse un teatro romano reconstruido, calles, casas, templos, termas, tabernas, etc. Y diversas esculturas en un pequeño museo. Y gatos: si Roma es la ciudad de los gatos, Ostia Antica no le va a la zaga.
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Relato de un viaje a la Costa Amalfitana, Sorrento, Salerno, Pompeya, Herculano, Paestum, Nápoles y Ostia Antica. |