Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
El punto fuerte de Eslovenia no son las comunicaciones aereas (probablemente eso tenga algo que ver con que siga siendo un país de cuento de hadas). Así que, al planificar el viaje a ese pequeño país centroeuropeo, encontramos que la combinación aérea más conveniente para nosotros, por precio y horario, no nos llevaba a ninguna ciudad eslovena, sino a Venecia. Desde allí iríamos a Eslovenia en coche de alquiler (el viaje por carretera de Venecia a Liubliana, la capital eslovena, dura poco más de dos horas).
A primera hora de la tarde del 21 de Febrero de 2010 aterrizamos en Venecia y, después de comer algo en el aeropuerto, recogimos el coche de alquiler que nos iba a llevar a Eslovenia. Esa noche nos quedaríamos en Portoroz, que está en la estrecha franja de costa adriática del pequeño país alpino. El coche que nos entregó Europcar era un Alfa Romeo Mito negro, de aspecto bastante hortera. No disponía de cadenas (por incluirlas como extra, Europcar nos pedía 50€). Así que, antes de cruzar la frontera, tuvimos que comprar, además de la viñeta que es necesaria para circular por las autopistas eslovenas (tenlo en cuenta si vas a viajar a este país), un juego de cadenas para la nieve, que también son obligatorias en esta época del año. Las estaciones de servicio italianas cercanas a la frontera se ponen las botas vendiendo viñetas y cadenas.
El hotel Marko de Portoroz, en el que teníamos reservada habitación, no está mal. Un 4**** normalito. A pesar de estar en temporada baja tuvimos que dejar el coche en el parking del hotel, porque en Eslovenia es prácticamente imposible aparcar gratis.
Istria
El 22 de Febrero de 2010 amanece lluvioso. Subimos al coche y nos dirigimos al sur. Cruzamos la frontera croata para dedicar el día a recorrer la península de Istria. Esta península, que pasó mucho tiempo bajo el dominio de la cercana Venecia, está más cerca de Liubliana que de Zagreb (para no hablar de Dubrovnik), por lo que resulta bastante más cómodo visitarla en un viaje a Eslovenia que hacerlo en un viaje a Croacia.
Primero visitamos Poreč, hermoso pueblo mediterráneo, tan italiano como croata, en el que se halla la basílica bizantina de San Eufrasio. Luego bajamos hasta Rovinj (Rovigno para los italianos), cuyo encantador casco viejo está, como el de Poreč, edificado en una península bañada por el Adriático. Finalmente bajamos hasta Pula, en el extremo sur de la península. En Pula, además de edificios medievales, se conservan importantes restos de la época romana, entre los que destacan el templo de Augusto y el anfiteatro. Es bonita Istria. En primavera o verano tiene que estar preciosa...
Pasamos la noche en el hotel Marko.
Koper, Postojna y Liubliana
Dedicamos el 23 de Febrero
a viajar desde la costa adriática hasta Liubliana, pasando por Postojna (famosa por sus cuevas).
En primer lugar visitamos Koper, la antigua Capodistria (la capital de Istria). Koper es una hermosa ciudad, de aire similar al de Poreč o Rovinj, aunque de tamaño bastante mayor. En ella, la herencia veneciana está siempre presente. La mayor parte de sus habitantes habla italiano además de esloveno, y aún hoy cuenta con una importante minoría italiana. Entre sus edificios destaca el Palacio de los Pretores, de estilo gótico veneciano.
Luego, continuamos hasta Postojna, entre paisajes nevados.
Allí visitamos la famosas cuevas, tan grandes que disponen de un tren para acceder a la zona que se visita. No hay grupo en español (de hecho, nosotros somos a esa hora los únicos visitantes de lengua española), así que nos apuntamos al recorrido en inglés, que hacemos junto a un nutrido grupo de japoneses.
Después de ver las cuevas vamos al cercano castillo de Predjama, construído en la boca de una gran cueva. El castillo se ve impresionante en la niebla. Tan impresionante como el paisaje nevado que, más tarde, contemplamos desde las alturas de la fortaleza.
Desde allí nos dirigimos a Liubliana. Nos registramos en el City Hotel, un 3*** muy céntrico que cuenta con parking a precio razonable. Los hoteles eslovenos son caros, así que hay que afinar bastante en la elección. Las habitaciones del City son muy pequeñas, y de entrada choca bastante el diseño de su decoración (todo el hotel esta reformado en un estilo que podríamos llamar ultramoderno). Pero las camas son cómodas, el desayuno está bien y la ubicación del hotel es magnífica (algunos días más tarde tendremos ocasión de echarla de menos). La buena situación del City nos permite recorrer esa tarde-noche, a pie, el centro de la capital eslovena. En los tejados hay nieve. Junto al Triple Puente sobre el río Ljubljanica, en el corazón de la ciudad, una larga pista de nieve rodeada de vallas sirve para que practiquen algunos esquiadores inexpertos, entre los gritos, las risas y los aplausos de los espectadores. En la plaza, al otro lado del puente, la gente bebe cerveza, al aire libre, en la fría noche.
El casco viejo de Liubliana, que se extiende a los pies del viejo castillo, a ambos lados del río, es más bonito de lo que habíamos imaginado.
Ptuj, Maribor y Celje
Eslovenia es un país pequeño, así que hemos decidido visitar su zona oriental desde Liubliana. En consecuencia, el 24 de Febrero, después de desayunar y dar un paseo por la capital a la luz del día, sacamos el coche del parking del City y tomamos la autovía que se dirige al Este.
Ptuj es una ciudad muy antigua, anterior a la época romana, y tuvo cierta importancia durante la Edad Media. Recorremos su centro histórico y subimos hasta el castillo para disfrutar de las vistas panorámicas que le confiere su elevado emplazamiento. La visita de Ptuj resulta interesante... a condición de que no esperaras demasido de ella. Terminamos nuestro recorrido por Ptuj en la gostilna Ribič, un recomendable (aunque no barato) restaurante de pescado que está a orillas del río Drava.
Después de comer nos dirigimos a Maribor, la segunda ciudad de Eslovenia en población, situada también junto al río Drava. Conseguimos aparcar no lejos de Glavni trg, la plaza principal de la ciudad (trg, palabra impronunciable donde las haya, debe traducirse como plaza), y recorremos la zona a pie. Como no esperábamos casi nada de Maribor (de hecho, ni siquiera habíamos planeado visitarla), la ciudad (mejor dicho, su centro histórico) nos sorprende agradablemente.
Cuando llegamos a Celje, en el camino de vuelta a Liubliana, está haciéndose de noche. El origen de Celje, como el de Ptuj, se pierde en la noche de los tiempos. Hoy, esta ciudad es, por población, la tercera de Eslovenia. Recorremos sus calles, en las que ya está encendido el alumbrado nocturno, antes de reemprender nuestro camino hacia la capital.
Bled y Bohinj
El 25 de Febrero partimos hacia la zona alpina, en el Noroeste. Allí, en los Alpes Julianos, se encuentra el único parque nacional esloveno, el Parque Nacional Triglav, cubierto de nieve en esta época del año. Pasamos de largo por Bled y, después de entrar en el parque, llegamos al precioso lago Bohinj, y aún más allá... Más tarde, regresamos y tenemos ocasión de contemplar el lago Bled con su isla y, sobre el lago, en la cima de un risco, el castillo. Nos registramos en el hotel Triglav, un bonito 4**** en el que nos dan una habitación con magníficas vistas del lago.
Por la tarde, emprendemos la subida a pie al castillo, por la senda que parte del camino peatonal que rodea el lago. La subida no es tan dura como cabe suponer al ver el castillo desde la orilla opuesta. El único problema es que el empinado sendero que asciende en zigzag por la ladera está embarrado y parcialmente cubierto de nieve y hielo. Bajar resultará más peligroso que subir. El castillo es interesante por sí mismo, pero las maravillosas vistas que ofrece del lago y la comarca de Bled serían por sí solas sobrada recompensa del esfuerzo realizado en la ascensión.
Bordeando el Parque Nacional Triglav
Al preparar el viaje, nos informamos de que la ruta del paso de Vršič, el más elevado de Eslovenia (y dicen que también el más bello) permanece cerrada durante el invierno. Así que, en esta época, atravesar el Parque Nacional Triglav desde el Norte hasta el valle del Soča y la localidad de Bovec resulta imposible. Como alternativa, nos hemos propuesto bordear el parque por el norte, hasta la localidad italiana de Tarvisio, y desde allí conducir hacia el sur para volver a entrar en Eslovenia por el paso del Predil, cerca de Bovec, e intentar acceder por el sur al valle del Soča.
Así que el 26 de Febrero, tomamos la carretera que lleva a la conocida estación de esquí de Kranjska Gora, junto a la frontera austríaca, y, sin detenernos, continuamos hacia el Oeste, hacia Italia, entre paisajes nevados. Cruzamos la frontera, llegamos a Tarvisio y, según lo previsto, giramos hacia el sur. El día es frío y el cielo está cubierto. Al cabo de algún tiempo comienza a nevar. La carretera se empina, y en ella empieza a acumularse la nieve. No sabemos lo que nos vamos a encontrar más adelante. Nos planteamos si merece la pena seguir y, finalmente, decidimos dar la vuelta.
Algún tiempo después estamos de nuevo en las cercanías de Bled. Como alternativa de la alternativa, hemos decidido dedicar lo que queda de jornada a visitar Radovljica y Kranj, la capital regional. Radovljica resulta ser una bonita localidad. Allí compramos algunos recuerdos en una tienda de artesanía (bastante cara, por cierto). Kranj nos parece menos interesante, aunque, debido a los problemas para encontrar aparcamiento, a lo avanzado de la hora y al frío reinante, no tenemos ocasión de recorrer sus calles con la tranquilidad debida.
Škofja Loka y Kamnik
El 27 de Febrero es nuestro penúltimo día en Eslovenia. Tenemos reservado hotel en Liubliana: dormiremos en la capital eslovena antes de continuar hacia Venecia. Después de tomar las últimas fotografías de Bled, aprovechando que el día es soleado, nos dirigimos a Škofja Loka, que posee uno de los cascos históricos más interesantes del país. En este caso sí tenemos la oportunidad de recorrerla tranquilamente. Para terminar nuestro recorrido, buscamos el Puente del Diablo, un puente de madera sobre el río Sora que da acceso al barrio (o aldea) de Puštal. Cruzamos el puente. Como no vemos nada de particular en la orilla de Puštal, estamos a punto de volvernos cuando una señora de edad avanzada nos hace señas para que continuemos, señalando algo que no podemos ver pero que, al parecer, se encuentra más adelante, y comienza a caminar delante de nosotros. La seguimos y, finalmente, llegamos a una vieja casa de madera que la señora nos señala como el objetivo de la caminata. A continuación, nos indica por señas que abramos la verja y pasemos al interior del recinto y se vuelve por donde ha venido. El edificio de madera resulta ser la casa de Nace, que forma parte del patrimonio cultural e histórico de Eslovenia. Su apariencia actual data del siglo XVIII, aunque, al parecer, es mucho más antigua.
Cuando cruzamos de nuevo el Puente del Diablo y subimos al centro de Škofja Loka, donde hemos aparcado el coche (por supuesto, después de haber adquirido el correspondiente ticket en la máquina expendedora), se nos acerca una chica que estaba tomando algo en la terraza de un bar para señalarnos unos rasponazos en el parachoques y entregarnos, anotada al dorso del ticket de su consumición, la matrícula del vehículo causante de los (leves) daños. Esta anécdota, así como la de la señora que, espontáneamente, nos condujo a la casa de Nace, pueden dar idea de la amabilidad y la hospitalidad de los eslovenos, cuya actitud hacia los viajeros todavía no se ha visto afectada como consecuencia del turismo de masas.
Terminamos la jornada viajera en Kamnik, antigua ciudad, eclipsada por la proximidad de Liubliana y Kranj, cuyo casco viejo dormita a la sombra del Mali Grad, el pequeño castillo.
Luego continuamos hasta Liubliana. En esta ocasión tenemos reservada habitación en el hotel Mons, un cómodo 4****... que resulta estar en el quinto infierno (no parececía estar tan lejos cuando, al preparar el viaje, comprobamos su ubicación en Google Maps). Volvemos a coger el coche para ir al centro de la capital eslovena, echando de menos la magnífica situación del City Hotel.
En la mañana del día siguiente viajamos a Venecia para tomar el avión de vuelta.
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Relato de un viaje a Eslovenia. |