Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
26-12-2009. Viajamos a Ammán en un vuelo charter de Royal Wings, una filial de Royal Jordanian. Cenamos a bordo. Cuando llegamos a Ammán ya es de noche, así que vamos directamente a nuestro hotel, el Landmark (un buen hotel, aunque algo ajado). De camino, tenemos ocasión de constatar que Ammán, levantada sobre un conjunto de colinas, es una ciudad moderna de urbanismo caótico, muy poco acogedora.
Jerash y Ajlun
27-12-2009. Empleamos la mañana en visitar la ciudad romana de Jerash o Gerasa, bastante bien conservada (hasta el punto de que se la ha llamado, con evidente exageración, la Pompeya asiática). Entramos por la puerta Sur (la puerta de Filadelfia, nombre romano de Ammán) y llegamos al foro, de forma oval. Luego visitamos el teatro romano (muy bien conservado), en el que unos gaiteros con vestimenta militar, herencia de la antigua metrópoli británica, nos amenizan la estancia al tiempo que nos muestran la buena acústica del recinto, todo ello con el objetivo de obtener un propina. Continuamos nuestro paseo hasta llegar al templo de Artemisa, con sus altas columnas de capitales intactos. Bajamos hasta la gran avenida de columnas que cruza la ciudad de norte a sur y la recorremos de vuelta. Antes de marcharnos, comemos en el autoservicio que hay dentro del recinto arqueológico (que, por cierto, no está mal) y visitamos el hipódromo, que se utiliza para ofrecer a los turistas espectáculos de carreras de carros al estilo romano.
Por la tarde visitamos el castillo de Ajlun, construido por los árabes en la época de las cruzadas para defender su territorio de los invasores occidentales. El castillo, bastante bien conservado, ofrece buenas vistas del valle del Jordán, lo que hace pensar en la importancia estratégica que tuvo en su tiempo.
Ammán
28-12-2009. Bajamos
caminando desde el hotel Landmark hasta la parte antigua de Ammán. Allí, en la zona del zoco, cerca de la ciudadela, la ciudad no resulta tan inhóspita. Pasamos ante la mezquita Al-Hussein y visitamos el teatro romano. Luego, comemos en el concurrido restaurante Jerusalem. El mensaf, plato nacional jordano de cordero hervido con arroz, me resulta un poco soso. A lo mejor me habría resultado más apetecible si hubiera podido acompañarlo con una cervecita fría, pero en el Jerusalem no sirven alcohol.
Para subir a la ciudadela, cercana pero encaramada en la colina más alta de Ammán, llamada Jebel al-Qala'a, tomamos un taxi. El taxista nos pide tres dinares jordanos (tres euros), y nosotros le ofrecemos dos, que él acepta diciendo: Welcome to Jordan! La ciudadela de Ammán tiene una parte romana (de restos romanos, quiero decir) y una parte omeya, en la que el único edificio que permanece relativamente intacto es el que sirvió como sala de audiencias del antiguo palacio, que tiene forma de cruz porque fue construído sobre una iglesia bizantina. En la ciudadela está también el pequeño Museo Nacional de Arqueología, en el que, entre otras cosas, se muestran algunos de los manuscritos del Mar Muerto. Quien no esté interesado en la arqueología también debería subir a la ciudadela, aunque sólo fuera para contemplar las magníficas vistas que desde allí se tienen de Ammán (edificada, como antes dije, sobre una serie de colinas).
Los castillos del desierto y el Mar Muerto
29-12-2009. Partimos hacia Qasr Kharana, uno de los llamados castillos del desierto. Emplazado en medio de una llanura, el edificio, de la época omeya, parece ciertamente un castillo, aunque, según los expertos, es muy dudoso que se construyera con finalidad militar. Después de visitar Qasr Kharana nos dirigimos a Qusayr Amra, otro de los castillos omeyas del desierto mejor conservados. Este pequeño castillo alberga una sala de audiencias y unos baños. La característica distintiva de Qusayr Amra es su decoración con frescos que representan mujeres semidesnudas, luchadores, escenas de caza, etc., algo insólito en el mundo islámico.
Después nos encaminamos al Mar Muerto, en uno de cuyos complejos comemos. Luego nos ponemos el bañador, dejamos la ropa en la taquilla y bajamos hasta la orilla. A pesar de que estamos en Diciembre, el hecho de que nos encontremos muy por debajo del nivel del mar hace que la temperatura sea agradable. No quiero ni imaginarme lo que será aquello en verano.
Bañarse en el Mar Muerto es una curiosa experiencia. No hay que hacer ningún esfuerzo para flotar, pero, en cambio, puede resultar bastante dificil ponerse de pie, porque la presión del agua convierte en complicado el simple hecho de hundir las piernas.
Algunos bañistas cubren su cuerpo totalmente con barro. Una mujer musulmana toma los baños sólo hasta la altura de la rodilla, completamente vestida. En la playa hay duchas para quitarse el barro y la sal del agua.
Madaba, Monte Nebo, Karak
30-12-2009. Salimos hacia Madaba, donde visitamos la iglesia ortodoxa de San Jorge. En esta iglesia se encuentra el famoso mapa-mosaico bizantino de Palestina, de gran tamaño, en el que pueden verse, entre otras muchas cosas, las murallas, las puertas y la calle principal de Jerusalén, los barcos navegando por el Mar Muerto o las palmeras del oasis de Jericó.
Luego subimos al Monte Nebo, desde donde, como hizo Moisés en su tiempo, contemplamos el valle del Jordán y el Mar Muerto. El día no es muy claro, y la bruma enturbia un poco el panorama. Un indicador señala los principales puntos de referencia: Hebrón, Belén, Jerusalén, Ramala, Jericó...
Llueve y es ya tarde (casi la hora de cierre) cuando llegamos al castillo de Karak o Kerak, la fortaleza cruzada más importante de la zona tras el Krak de los Caballeros de Siria. Las prisas y la lluvia nos aguan un tanto la visita. Después nos dirigimos a Petra, donde haremos noche.
Nuestro hotel, el Taybet Zaman, situado en una aldea algo alejada de Wadi Musa, es la reconstrucción de un pueblo tradicional. Simpático y bonito, aunque no lo más adecuado para la lluvia. Nuestra agradable casita de pueblo cuenta con una calefacción más que suficiente, pero la calidad de la comida del hotel deja bastante que desear.
Petra
31-12-2009. Dedicamos el día, desde la mañana a la puesta del sol, a la visita de Petra. Toma una hora entera llegar hasta el Siq (el estrecho desfiladero por el que se accede a la ciudad), atravesarlo y llegar hasta el famosísimo edificio conocido como el Tesoro. Por cierto, aunque lo hayas visto cien veces en fotografías, en reportajes y hasta en alguna película, el Tesoro no te defrauda. Después de contemplarlo durante un rato, caminamos a lo largo de la calle de las Fachadas (que son en realidad tumbas nabateas) hasta llegar al teatro. Allí nos detenemos, y tenemos ocasión de contemplar, enfrente, las llamadas tumbas reales. Luego, recorremos la calle con columnas, en el centro de la antigua ciudad (la calle con columnas era el cardo máximo, la calle principal de la Petra romana). Finalmente, pasamos ante el Qasr Al-Bint, uno de los pocos edificios de Petra que no están excavados en la roca, que era originalmente un templo nabateo aunque posteriormente fue utilizado por romanos y bizantinos. Un poco más lejos están los dos restaurantes que hay en el interior de la zona arqueológica, así que nos detenemos a reponer fuerzas antes de continuar, porque nuestra intención es atacar de inmediato la subida al Monasterio, que, según nuestras referencias, es bastante dura.
Después de comer, emprendemos la subida. En el camino, nos detenemos para explorar el Triclinio de los Leones, llamado así por las dos figuras de león que adornan su fachada. Finalmente, tras una hora de ascensión, llegamos al Monasterio. El día está nublado, pero el sol sale por un momento para que podamos verlo iluminado por sus rayos.
En invierno los días son cortos, así que, cuando llegamos de nuevo al centro de Petra, falta escasamente hora y media para que anochezca. Sólo tenemos tiempo para asomarnos al gran templo, en la calle con columnas, y acercarnos a las tumbas reales para visitar la Tumba de la Urna. Luego, no tenemos más remedio que volver hasta el Tesoro y tomar el Siq para abandonar la ciudad nabatea. Está claro que un corto día de invierno no basta para ver Petra. Y menos aún si no se ha madrugado lo suficiente.
Es 31 de diciembre. Celebramos le entrada del nuevo año en el hotel Taybet Zaman, con vino jordano (que, por cierto, me gustó) y champán francés.
Wadi Rum
1-1-2010. Nos despedimos de Jordania con un breve paseo por el desierto de Wadi Rum, el de Lawrence de Arabia. El paisaje de Wadi Rum es espectacular, pero el breve recorrido en viejos 4X4 que se ofrece a los turistas, de dos horas escasas de duración incluyendo la parada para tomar el té y comprar souvenirs, deja mucho que desear.
Después de comer en el restaurante del centro de visitantes de Wadi Rum, emprendemos el largo camino de regreso a Ammán, donde tomaremos al día siguiente el avión de vuelta.
Ir arriba
Relato de un viaje a Jordania. |