Por LAURA CRUSELLAS, autora de Nueva York a fondo
Volamos a Nueva York directos desde Madrid en un trayecto que duró nueve horas, pero que se hicieron más amenas con las pantallas individuales que teníamos en nuestros asientos. Aterrizamos a las 16h de la tarde, y como llegábamos al aeropuerto de Newark de New Jersey, habíamos contratado un servicio de 'lanzaderas' que te acercan en furgoneta hasta la puerta de tu hotel. Nos alojamos en el hotel NYMA, en Manhattan, que estaba situado en la calle 32, así que estábamos en pleno corazón de la isla. Dejamos las maletas aparcadas en un rincón de la habitación, nos lavamos la cara (ya que para nuestro 'cuerpo' ya eran las 23h, pero en nuestro reloj marcaban las 17h) y salimos con el mapa en el bolso.
Durante nuestra primera tarde en la 'ciudad de los rascacielos' subimos por la Quinta Avenida observando las glamurosas tiendas, esquivando a los neoyorquinos con prisa, merendamos (para nuestra mente ya era de madrugada) un perrito caliente por dos dólares y llegamos al centro neurálgico de Nueva York: Times Square. No sabíamos hacia dónde mirar, ya que todo lo que veíamos eran letreros de musicales, tiendas famosas y decenas de carteles luminosos colocados en los enormes edificios. Nos acercamos hasta el Rockefeller Center y decidimos subir al Top of the Rock, uno de los mejores miradores para contemplar la inmensa ciudad. Optamos por este y no por el Empire State Building, ya que en éste último las filas son mucho más largas, el precio por subir es el mismo y en la terraza hay vallas metálicas que no permiten tener una buena visión. En cambio en el Top of the Rock, además de que las vallas de seguridad son de metacrilato, se puede tomar una hermosa fotografía del 'mirador competidor' Empire y tener las mismas o mejores vistas que en él.
Central Park, Roosevelt, State Island (un día gratuito)
En nuestro segundo día en Nueva York hicimos un recorrido por la ciudad que prácticamente nos salió gratis. Lo primero y muy importante nada más llegar a la ciudad: sacar la tarjeta MetroCard. Aunque puede parecer muy liosa la red de metro de Nueva York, el truco está en fijarse bien en la dirección en la que lo quieres coger y estar pendiente de los letreros luminosos del vagón. Como todavía estábamos con energía, decidimos ir a Central Park. Siendo que esta gran zona verde tiene varios kilómetros de longitud, alquilamos unas bicicletas cerca de Columbus Circle, ya que allí es donde se concentran estos puestos de alquiler. Al parque se le puede dedicar todo un día, pero nosotros estuvimos unas 2 horas. Vimos los tres lagos más grandes que hay en el interior, el homenaje a Alicia en el País de las Maravillas y nos tumbamos a descansar en la famosa explanada de césped de Sheep Meadow.
Después de reponer fuerzas, nos fuimos hasta el teleférico que une Manhattan con la isla de Roosevelt. Con la MetroCard sale gratuito y se tienen unas vistas impresionantes de todo el Este de Manhattan y el 'skyline' del distrito de Queens. Y para terminar el día, cogimos un metro hasta el sur, y en Battery Park nos montamos en un ferry hasta el barrio de Staten Island. Los barcos son gratuitos, salen cada media hora y el trayecto dura 30 minutos. Se pasa por delante de la Estatua de la Libertad, se tiene una increíble vista de los rascacielos del distrito Financiero y si vas durante el atardecer ves como el sol se pierde poco a poco bajo el mar.
Midtown y Lower Manhattan
Nuestro tercer día se lo dedicamos a la mitad sur de la isla. Cogimos un metro hasta Union Square y desde allí fuimos andando hasta el barrio Greenwich Village. Me hacía especialmente ilusión visitarlo porque en él está el edificio de los personajes de la serie Friends. Una vez localizada la casa y tras hacer la esperada foto delante de ella, nos acercamos hasta la zona del Lower Manhattan para visitar tres zonas: Soho, Little Italy y Chinatown. Las calles de Soho nos encantaron ya que se respiraba un aire bohemio en sus comercios y las fachadas de las casas estaban muy cuidadas.
Sin darnos cuenta llegamos hasta Little Italy donde un gran cartel luminoso nos daba la bienvenida. En la actualidad, lo único interesante que tiene este barrio es la zona donde se concentran todos los restaurantes italianos, ya que cada vez su vecino Chinatown le va comiendo terreno. De hecho, aprovechamos para comer en un restaurante italiano y nos sorprendió que el camarero, además de ser chino, nos habló perfectamente en español. Las calles de Little Italy se juntan con las de Chinatown, así que dimos una vuelta por este barrio. Miles de tiendas de souvenirs, joyería, electrónica y decoración recorrían las calles de esta zona. Los trabajadores asiáticos se 'abalanzaban' sobre los turistas ofreciéndoles colonias, relojes y bolsos de "marca". Aunque no nos gustó mucho el ambiente, finalmente nos compramos allí una maleta y dos paraguas por 20 dólares todo (tras 'regatear' en español con el dueño oriental de la tienda).
Últimas horas en Nueva York…
Durante el cuarto y último día en la Gran Manzana aprovechamos para ver alguno de los lugares imprescindibles en Nueva York. Empezamos la mañana yendo en metro hasta Wall Street y visitando el Memorial 11S. Aunque se veía una larga fila, luego no hubo apenas que esperar. No cobran entrada, aunque sí que 'sugieren' que hagas un donativo entre 5 y 10 dólares. Esto nos 'molestó' un poco, ya que realmente ese dinero no va destinado a las familias de las víctimas sino a financiar el nuevo World Trade Center que están construyendo, así que dimos un dólar por persona como hicieron todos los que estaban por delante de nosotros. Tras pasar exhaustivos controles de seguridad, accedimos a una gran explanada con dos enormes 'piscinas' colocadas en los lugares donde se emplazaban las dos Torres Gemelas. En ellas no para de caer agua y en el borde están inscritos los nombres de todas las víctimas fallecidas en el atentado. En medio de esta zona hay un árbol llamado 'el árbol superviviente' ya que fue una de las pocas cosas que permanecieron intactas en la Zona Cero.
Y como nuestro vuelo salía por la noche, aprovechamos las últimas horas en la ciudad para cruzar uno de los puentes más famosos: el Puente de Brooklyn. No tiene nada de especial ya que físicamente hay otros muchos más bonitos, pero se tienen unas vistas preciosas de la isla de Manhattan. Y con mucha pena y ganas de ver miles de cosas más (como visitar alguno de los cientos de museos que hay) nos recogieron en el hotel para llevarnos de nuevo al aeropuerto.
Ir arriba
Relato de un viaje a Nueva York. |