Por FRANCISCO LOZANO ALCOBENDAS
Túnez
En la tarde del sábado 21-2-2009, nuestro vuelo de Tunisair procedente de Madrid aterrizó en el aeropuerto de Túnez. Pasamos la noche en el hotel Metropole, un hotel moderno y desangelado, situado no lejos del aeropuerto, en el que no sirven alcohol.
Al día siguiente, antes de tomar nuestro avión rumbo al sur, fuimos al Museo del Bardo, que ocupa un antiguo palacio y alberga una bonita colección de mosaicos romanos. Merece la pena visitarlo. Luego fuimos a la medina de Túnez, que tenía el aspecto tranquilo de los días festivos. Pagamos el ticket que permite al viajero acceder a una barandilla desde la que puede contemplarse el patio de la mezquita Zitouna, y no nos arrepentimos de ello (a pesar de que algún amable tunecino nos había advertido de que no merecía la pena, ya que ni siquiera íbamos a poder pisar el patio). Luego nos encaminamos a Tourbet el Bey, un mausoleo real del siglo XVIII que es el mayor monumento funerario de Túnez. Ya lo conocíamos, pero queríamos volverlo a ver. Lo encontramos polvoriento y descuidado, con alguna de sus salas en obras y totalmente vacío de visitantes.
Comimos en una mansión de la medina reconvertida en restaurante para turistas, y luego nos dirigimos al aeropuerto para tomar el pequeño avión de hélices que nos llevaría a Tozeur.
En Tozeur, nos alojamos en el Ksar Rouge, un hotel nuevo, de acertado diseño arquitectónico, situado en la zona de hoteles, bastante lejos de la medina, y, en esas fechas, ocupado por un montón de familias francesas (la mayoría de ellas con niños).
Un campo de golf en el desierto
23-2-2009. Caminamos hasta lo que llaman el Belvedere, que es en realidad un parque público sin plantas ni flores situado en alto, en el cual hay una gran peña "adornada" con enormes cabezas, cutre imitación de las efigies del monte Rushmore en los Estados Unidos. Si pasas por Tozeur y no tienes tiempo para subir al Belvedere no te preocupes, no te habrás perdido gran cosa: solo una vista del palmeral y de la línea del horizonte (con el lago salado de Chott el Jerid) no muy distinta de la que, con toda probabilidad, tendrás desde tu hotel. Lo que realmente sorprende del Belvedere es que al lado tiene... ¡un campo de golf! Un campo de golf en el desierto, consumiendo el agua que se necesita para regar el palmeral, que es precisamente lo que atrae al turismo... Parece una broma de mal gusto.
Por la tarde, acompañados por Moha, que iba a ser nuestro guía en la zona, fuimos en 4X4 hasta el lago salado de Chott el Garsa y Ong Jemel, una de las localizaciones de La Guerra de las Galaxias. Subiendo y bajando dunas, con pendientes que llegaban a ser a veces de unos 45º (ese es uno de los atractivos de la excursión a Ong Jemel), llegamos al lugar en que todavía se encuentra en pie uno de los decorados de la película.
A la vuelta paramos en Nefta. Pudimos contemplar su hermoso palmeral y recorrer las calles de la medina, con sus casas de ladrillo ocre y su aire de abandono (que le da el encanto de lo auténtico). Nefta no ha sufrido aún la transformación que el turismo de masas ha producido en Tozeur.
Un palmeral de tres pisos
24-2-2009. Salimos en calesa del hotel para visitar Tozeur. Las distancias son grandes, lo que hace imposible realizar la visita completa a pie, y hacerlo en calesa no es una mala opción. El conductor, en los puntos clave (el Belvedere, el corazón del palmeral, el antiguo barrio de Uled el Hadef) detiene el vehículo y te guía en un pequeño recorrido a pie. Nuestro conductor era un tipo simpático, y todo fue bien desde el momento en que nos acostumbramos al fuerte olor a orines que desprendía la calesa. El palmeral, por cierto, es magnífico. Tiene tres pisos, ya que entre las altas palmeras hay árboles frutales (que forman el segundo piso) y pequeños huertos (el tercero). Pero nuestro conductor lo tenía claro: prefería trabajar con la calesa a trabajar en la parcela que su familia tenía en el palmeral.
Por la tarde, recorrimos en 4X4 el palmeral de Nefta, y luego nos adentramos en el desierto para contemplar el atardecer en las dunas.
El Lezard Rouge y los oasis de montaña
25-2-2009. Fuimos hasta Metlaoui
para tomar el tren llamado Lezard Rouge (lagarto rojo), un viejo tren que perteneció al Bey de Túnez y ahora hace un recorrido turístico a través de las gargantas de Selja, en la zona minera de los fosfatos. Las gargantas son grandiosas y el tren, que iba hasta los topes, un espectáculo por sí mismo. Lástima que el agua del río baje de color chocolate por culpa de la actividad minera.
Al descender del tren subimos al 4X4 para dirigirnos a Mides, en la frontera con Argelia. El antiguo pueblo (abandonado) de Mides está encaramado en la roca, dominando el impresionante cañón formado por el río.
Más tarde nos encaminamos a Tamerza, y nos detuvimos en el hotel Tamerza Palace para comer. La comida de este hotel es buena, pero, aunque no vaya a comerse allí, debe uno entrar para contemplar la magnífica vista panorámica que se tiene desde la terraza. El hotel se ha construido frente al antiguo pueblo de Tamerza, en la margen opuerta del río. Desde la terraza se ve el anchísimo cauce del río, que hace un recodo un poco más adelante; tras el río, las ruinas del pueblo antiguo y el palmeral; más allá, el desierto.
Después de bajar a la famosa cascada de Tamerza fuimos a Chebika, que cuenta con un casco antiguo en ruinas que cuelga sobre la corriente de agua que da vida a su palmeral.
Chott el Jerid y el mercado de Douz
26-2-2009. Es jueves, día de mercado en Douz. Cruzamos el lago salado de Chott el Jerid para llegar a esta ciudad, en cuyo mercado semanal hacen sus compras los miembros de las tribus bereberes de la zona. Entramos primero en la zona destinada a los animales, en la que, a la sombra de las palmeras, se venden cabras y ovejas, caballos, mulos y burros, gallinas, dromedarios... Es posible deambular entre los animales, los compradores y los vendedores sin que nadie te moleste. De hecho, casi no hay turistas. Luego subimos unas escaleras y nos encaminamos hacia la gran plaza cuadrada, rodeada de arcos, en la que tiene su centro el mercado (que también ocupa las calles adyacentes). Allí se vende de todo: ropa, calzado, utensilios diversos, comida. El de Douz no es un mercado para los turistas, sino, como dije antes, para los habitantes de la zona.
Dejamos el mercado para dirigirnos a la llamada Puerta del Desierto, una puerta que tiene adosados unos graderíos para los espectadores del Festival del Sáhara que se celabra allí anualmente. Al lado de la Puerta del Desierto se ofrecen paseos en camello para los turistas. Nosotros no nos apuntamos al paseo en dromedario, preferimos dar un paseo a pie. Estamos precisamente sobre la duna más alta cuando empieza a levantarse viento, y tenemos que volver a toda velocidad con la cara y la ropa cubiertas de arena.
Comemos en el autoservicio del hotel Sahara Douz. Luego, antes de regresar a Tozeur atravesando de nuevo Chott el Jerid, damos un lago paseo por las dunas petrificadas de un lugar que, si no anoté mal el nombre, se llama Dbeboha.
27-2-2009. Caminamos hasta la medina de Tozeur, curioseamos en el mercado, callejeamos por el barrio de Uled el Hadef. Un vendedor nos enseña el pequeño zorro del desierto que tiene como mascota. Se pone de pie buscando caricias, como un gato.
Por la tarde vamos al museo Dar Cherait, un museo privado que contiene representaciones de escenas tradicionales, objetos antiguos, una especie de parque temático un poco cutre que te explica la historia de Túnez a través de un espectáculo de luz y sonido... En fin, para mí una visita perfectamente prescindible.
Túnez (segunda parte)
28-2-2009. De madrugada, volamos de regreso a Túnez.
Todavía, antes de la salida de nuestro avión con destino a España, tenemos tiempo de callejear por Sidi Bou Said, donde incluso visitamos una antigua mansión abierta ahora al turismo. Y de recorrer Cartago: el Tophet, las Termas de Antonino, la colina de Byrsa (en la que se encuentra el antiguo barrio púnico), el acueducto y las enormes cisternas romanas. Y habríamos aprovechado aún más el tiempo de haber sabido que el vuelo de regreso iba a tener un retraso de cuatro horas...
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Relato de un viaje a Túnez, de la capital del país a los oasis en torno a Tozeur. |